lunes, 30 de septiembre de 2013

La muralla, mejor al descubierto

Avilés tiene una historia milenaria parte de la cual está escondida en su trama urbana. Que salga a la luz depende, en muchos casos, de la realización de obras que permiten descubrir, por ejemplo, que en plena calle La Cámara, al lado del Ayuntamiento, aún se conserva un trozo importante de la antigua muralla de la ciudad, que data del siglo XIII. Lo mismo sucede al final de la calle de La Muralla, frente al Centro Niemeyer, donde las casas más antiguas están apoyadas en el amurallamiento medieval. Y surgen voces que piden que este vestigio se convierta en un reclamo más de la ciudad y se deje al descubierto, para disfrute de todos, vecinos y turistas.
La demolición de los muros fortificados comenzó a principios del siglo XIX, después de que las Cortes de Cádiz, en 1813, publicaran un decreto por el que se mandaba quitar todos los signos de vasallaje. Pero también porque la burguesía de entonces pretendía que la ciudad se expandiese. Según los arqueólogos Alejandro García Álvarez-Busto y Alfonso Fanjul, en un trabajo en el que hacen una revisión histórico-arqueológica de la muralla de Avilés, la mayoría de las piedras de la muralla acabó formando parte de las paredes de la cárcel (actual Oficina de Turismo), como relleno del muelle y como base de la carretera que cincunvalaba por el oeste y el norte el antiguo recinto portuario. Otros lienzos, sin embargo, corrieron mejor suerte «al servir de soporte para las nuevas viviendas o al conservarse en pie hasta nuestros días ocultos tras las casas adosadas al exterior de la muralla». Ahora se pueden ver esos restos en el palacio de Camposagrado, por ejemplo.
El problema para recuperar la historia antigua de Avilés es económico. Dejar al descubierto la muralla supondría tener que llegar a acuerdos con los propietarios de los inmuebles apoyados en los lienzos milenarios o expropiarlos. «Todo es voluntad política, pero es una oportunidad que no se debería dejar escapar», asegura el arquitecto Marcos Balbín.
El profesional explica que en el plan urbano de 1986 se preveía que las casas bajas de la calle La Muralla fueran expropiadas y demolidas. Todo cambia con el plan especial de mejora del casco histórico, aprobado en el Pleno, que mantiene esos inmuebles y plantea una plaza detrás del ábside de la iglesia de los Padres Franciscanos para ver la trasera de la muralla, además de un aparcamiento subterráneo en una parcela municipal anexa. También se propone la construcción de un edificio «encima de la antigua muralla».
«El objetivo que persiguen es erróneo y no sería posible liberar la muralla medieval. El proyecto tiene el informe negativo de Patrimonio. El amurallamiento es un bien protegido y no se puede intervenir de cualquier manera», comenta Balbín. El arquitecto confía en que el Ayuntamiento de Avilés cambie de opinión ya que sino será un juez el que decida cómo se ha de intervenir en la zona de la capilla de Los Alas y los Padres Franciscanos. Mientras tanto, sólo queda imaginar cómo sería un Avilés amurallado.

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