martes, 15 de enero de 2013

Unidos por el Patrimonio

Pasear y ver sus restos. Trozos de paredes, trazos de los arcos que formaban sus puertas, vestigios de lo que un día fueron y significaron para un pueblo y que hoy ya nada parecen aportar a la historia de sus vecinos. Hay quien ni siquiera diría que un día fueron templos de reunión para fieles, iconos de una época que se niegan a desaparecer y que, por suerte, han encontrado cómplices para resurgir. Son grupos de vecinos, motivados por una misma ilusión, dotar de nuevo de vida a lo que para sus padres y abuelos fue lugar de peregrinación.
En la comarca del Oriente están siendo muchas las iniciativas vecinales que surgen con la única intención de recuperar, poner en valor o reconstruir antiguas iglesias y capillas. Templos de pequeño tamaño pero que jugaron un importante papel en la sociedad y que ahora nadie quiere ver cómo se pierden en el olvido del tiempo. San Salvador de Moru, (en Noceu, Ribadesella), Santa Catalina de Alejadría (en Huerres, Colunga) y Nuestra Señora de las Nieves (en Espinaréu, Piloña) son tres ejemplos de esta nueva corriente. El primero se encuentra en pleno proceso, el segundo acaba de iniciar el recorrido y el último se encuentra próximo a la finalización de los trabajos. Tres estados para tres proyectos en los que prima la unidad por un mismo fin.
Mucho se luchó hasta ahora sin haber conseguido respaldo. En el año 2008 un grupo de vecinos de los nueve pueblos que pertenecen a la parroquia de Moru, en Ribadesella, decidieron constituirse formalmente como asociación, con la única intención de que se tomara en serio su propuesta. Después de que en 1936 un incendio calcinara la estructura de la iglesia de San Salvador de Moru -un templo románico del siglo XIII-, los vecinos por aquel entonces ya intentaron que se llevara a cabo una restauración que no dejara llegar el deterioro que hoy sufre este templo. «Sabemos que lo intentaron todo, hablar con el párroco, trataron de conseguir financiación, pero no hubo voluntad y terminaron desistiendo», rescata de la historia Ana Fernández, actual presidenta de la Asociación Cultural Iglesia de Moru.
Nunca decayó ese espíritu en la parroquia, pero no fue hasta el nacimiento del colectivo cuando las cosas se tomaron en serio. Gracias a la implicación de diferentes administraciones, entidades privadas y los propios asociados, en 2009 se inició la primera fase de restauración en la iglesia. «Fue cuando recibimos la primera subvención del Principado y decidimos comenzar con la recuperación de las pinturas murales», recuerda. La restauradora Natalia Díaz-Ordoñez ha sido hasta la fecha la encargada de esta tarea. «El valor de estos dibujos es incalculable, pues en Asturias no existe apenas pintura mural».
Venta de lotería, organización de eventos benéficos como el concierto que el pasado verano ofrecía en Moru el coro Santiaguín, o la fiesta de la parroquia, son las artimañas de estos vecinos para conseguir los fondos necesarios que hagan posible año a año una nueva fase de restauración. Pero aún queda mucho trabajo por delante y todo él muy costoso, económicamente hablando. «Nos gustaría techar la nave románica y consolidar los muros, que corren un peligro importante con el paso de los años, pero son trabajos que necesitan de una mayor financiación de la que ahora no disponemos», explica Fernández.
Es por eso que entre sus planes más próximos está la elaboración de un informe mediante el que poder solicitar la protección del templo como Bien de Interés Cultural (BIC), lo que permitiría al colectivo solicitar ayudas de carácter estatal. Esta misma semana se daba un paso importante en esta línea, ya que el Consejo de Patrimonio Cultural aprobó el inicio de los trámites para incluir este templo en el inventario del Patrimonio Cultural de Asturias, nivel de protección previo al BIC.
El Ayuntamiento de Ribadesella se ha implicado enormemente en el proyecto en los últimos años. «Han corrido con los gastos de alguna factura y han colaborado en la organización de algún evento, estamos muy agradecidos de que por fin hayan sentido como suyo nuestro proyecto», reconoce la presidenta.
Entre sus objetivos está, lógicamente, devolver el esplendor al templo pero también divulgar el valor cultural y patrimonial que posee dentro del municipio riosellano. «Nuestro objetivo no es crecer en número de socios, sino que los que ya somos hagamos lo posible por conseguir mantener año tras año la restauración». Han iniciado también una actividad turística para que cualquier interesado pueda recoger las llaves de la iglesia y acercarse a contemplar los tesoros que guarda en su interior. Queda mucho camino por recorrer, pero aún no ha habido descanso, habiendo estado incluso al pie del premio Pueblo Ejemplar 2012, por su ímpetu e implicación.
 
El inicio del camino
«Una capilla, ¿qué capilla?». La maleza y la vegetación cubrían de tal manera los restos de la capilla de Santa Catalina de Alejandría en la localidad colunguesa de Huerres, que muchos habituales del pueblo no sabían de su existencia. Uno de ellos fue Javier López-Ferrer, hoy presidente de la asociación que impulsará la recuperación de este templo. «Planteé la idea de recuperar la capilla y la respuesta fue favorable tanto por parte de los vecinos como del antiguo párroco, y decidimos comenzar a trabajar», relata Javier. El primer paso era obligado, había que limpiar y acondicionar el espacio para poder continuar con el resto del propósito. Hicieron falta cuatro sextaferias para descubrir que debajo de la maleza se ocultaba un arco en la entrada y otros elementos importantes de la construcción.
Existen cuatro libros de vida de esta capilla, que datan la edificación desde 1590 y cuentan sus registros hasta 1859. Se trata, en total, de una planta de unos 80 metros cuadrados que se divide en dos partes, el templo principal y un cabildo posterior, levantado en el siglo XVII, que pudo servir por aquel entonces como escuela. Hace ahora unos setenta años los restos cayeron por su propio peso.
Este grupo de vecinos ya se ha constituido como asociación y se ha marcado dos objetivos claros. «Queremos en este 2013, por un lado, terminar el proyecto definitivo de lo que queremos realizar y, por otro, que se inicien ya los trabajos de restauración», detalla el presidente. Una tarea que no se presenta fácil pero para la que hay muchísima ilusión. Sin ir más lejos, el pasado 25 de noviembre se celebraba entre las cuatro paredes el día de la patrona Santa Catalina. Más de un centenar de vecinos quisieron estar presentes en la cita, muestra de la implicación por el proyecto. Además, el próximo uno de febrero está previsto un concierto en la plaza de la Estadía a cargo de los actores Alberto Rodríguez y Pedro Durán, en beneficio del templo; y se ha abierto una cuenta bancaria para donaciones económicas.
 
Espinaréu, a un paso del final
Escasas semanas restan al proyecto de restauración de la iglesia de Espinaréu para ver concluidos sus trabajos. A principios del próximo mes de febrero está prevista una inauguración por todo lo alto, y es que no es para menos. La necesidad motivó la unión de los vecinos, capitaneados por el párroco local, Alejandro Fuentevilla, que veían cómo ante sus ojos el templo se caía a trozos. Desde el pasado mes de febrero, justamente hace un año, se han mejorado suelos, tejado, pinturas y el entorno de esta iglesia. Ahora se está trabajando en el altar mayor. «El resultado de esta última fase, aún en ejecución, va a ser muy sorprendente», adelanta el sacerdote, totalmente ilusionado con el proyecto.
Esta última parte del proyecto de rehabilitación se depositó en manos del pintor contemporáneo granadino Manuel Gómez Román. Él ha sido el encargado de dar forma al nuevo fresco de bóveda del altar de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves, un secreto mejor guardado que el vestido de una novia. «Queremos que sea una sorpresa para todos los vecinos una vez que esté terminado», explica el párroco. Y es que la apuesta ha sido arriesgada, un toque moderno entre lo clásico del templo. El resultado se podrá conocer en pocas semanas.
Para conseguir los fondos necesarios, que ascendieron a un total de 15.000 euros, no escatimaron en ideas. Vendieron loterías, calendarios y hasta un original libro en el que se reflejaba con fotografías la historia del pueblo y de la propia iglesia. Los 250 ejemplares se terminaron al poco tiempo de salir al mercado. Prácticamente todo el trabajo ha sido realizado, además, por los propios vecinos.
 

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